El yacimiento arqueológico Fuente de Ramos se sitúa en la ladera Norte del Cerro de los Castillejos, orientado hacia el río Guadalete, a unos 250-300 metros sobre el nivel del mar, en el lugar donde mana el caudal de agua conocido con ese nombre.
Corresponde a una necrópolis en cuevas artificiales, de la que se conocen hasta ahora siete enterramientos colectivos de las comunidades que vivieron en el lugar durante el Bronce antíguo, es decir, a comienzos del IIº Milenio a.n.e. Recientemente se ha descubierto una serie de estructuras excavadas en la piedra, que se relacionaron con evidencias de cultos realizados por el hombre al aire libre. Dichas estructuras son una pileta rectangular y un conjunto de grabados rupestres realizados con la técnica del piqueteado. Entre los motivos representados aparecen geométricos, cazoletas y zoomorfos. Una de las figuras parece corresponder a un caballo, que, mirando al este, muestra su perfil derecho, en el que podemos distinguir oreja, ojo y boca. Estos grabados son comunes en el arte rupestre en general y se han asociado a la cultura dolménica y al mundo atlántico.
La unión en un mismo lugar de enterramientos y grabados, con contenido mágico-religioso, hace suponer que estamos ante un santuario rupestre al aire libre, o lugar de culto donde los hombres que vivieron en estas tierras hace 4000 años, se reunían para enterrar a sus muertos y realizar ritos y ofrendas a sus dioses. Estos enterramientos fabricados en la roca, presentan estructuras similares: corredor o pasillo de entrada, cámara funeraria circular y nichos u hornacinas laterales.
Estos testimonios, junto con otros numerosos hallazgos arqueológicos, evidencian la existencia de un importante poblamiento y permiten conocer cómo era la vida y la muerte de estas comunidades que vivieron en Puerto Serrano hace cuatro milenios.
Hoy sabemos que estas comunidades vivían en poblados al aire libre, compuestos por chozas y cabañas hechas de piedra y material vegetal. Se dedicaban a la agricultura, la ganadería, la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres. La principal producción agrícola la integraban los cereales (sembrados en terrenos ganados al bosque por el sistema de tala y roza) que se trituraban en molinos de manos fabricados en piedra. Estos hombres prehistóricos conocían también la matalurgia del cobre y comenzaban a elaborar instrumentos de bronce, si bien utilizaban en mayor medida la piedra para la confección de herramientas. Muchos de estos utensilios han llegado hasta hoy a través de los ajuares que, junto con los restos humanos, depositaron los familiares de los difuntos en las cuevas como ofrendas y han sido recuperados gracias a las excavaciones llevadas a cabo. Dichas ofrendas formaban parte de las pertenencias del difunto, junto al cual se enterraban además recipientes de uso cotidiano, objetos tallados en hueso y marfil, instrumentos de piedra y collares. Durante el sepelio se organizaban ritos y ceremonias en honor del difunto, relacionados con el más allá, con la vida después de la muerte. Así, en el lugar, al aire libre, se creaba una especie de santuario, como ponen de manifiesto los diferentes grabados tallados junto al manantial que representan cabezas de caballo o ciervo, cazoletas y figuras geométricas.
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